Siempre me he
manifestado en contra del cambio de sede de la UBV Zulia. No vi lo que muchos
catalogaron como un error del entonces alcalde Gian Carlo Dimartino el negocio
de la sede de la URU en el Paseo del Lago (hoy, más chic, Vereda) para dejarle
a la universidad naciente las abandonadas instalaciones que la burguesía construyó
al lado del Country Club, al oeste más oeste de Maracaibo, monte adentro[1].
Al contrario, chavistamente, lo vi como una tremenda oportunidad y creí como
creo que sería una tontería histórica no desarrollar allí con la estrategia del
punto y círculo un Núcleo de Desarrollo Endógeno como Chávez nos lo mandó en
aquel discurso inaugural de grata recordación.
Sólo en años
recientes, unos compañeros y compañeras se echaron al hombro el trabajo de la
tierra y crearon el CUMBE, exitoso laboratorio agroecológico que lamentablemente
fue víctima del desdén y el abandono, por un montón de pormenores y pormayores
que no comentaré, por ahora.
Durante años me
enfrenté a posiciones que reclamaban que la Universidad se debía ir al centro
de la ciudad, eso siempre me pareció un disparate siendo que todo,
absolutamente todo indica y sigue indicando que el futuro está en la tierra, y
tener una universidad en el corazón productivo de Maracaibo era sin duda una
bendición. Pocos lo consideraron así, muy lamentablemente.
Cuando hace años
planteé en el PFG Comunicación Social que debíamos apoyar la agricultura urbana
y desarrollar proyectos en esa dirección, no recibí digámoslo así todo el apoyo
que merecía el asunto[2].
El tiempo pasó, y a la vista está la falta que nos hizo y nos hace no haber
tomado aquella dirección. Más o menos por aquellos años planteé a las
autoridades un Festival llamado ProYuca que tuviera como objetivo la
construcción de una planta procesadora de ese rubro que literalmente rodea a la
sede por varios kilómetros a la redonda, pero quedó en nada todo aquello.
Pienso que, el que estas
y otras iniciativas no se hayan llevado a cabo, sólo indica que aún están por
hacerse, y que si antes lo necesitábamos hoy mucho más, dado el nivel
ascendente de las agresiones imperiales y viendo como vemos que la guerra se ha
ensañado precisamente en los estómagos atacando el lado más débil que tenemos:
la producción de alimentos.
Pero, si nos vamos de
la sede, ahí sí es verdad que todo lo estratégico quedará definitivamente a un
lado y lo peor, si no logramos producir alimentos en esta sede, menos que menos
a donde nos vayamos, si es que nos vamos.
Pero he aquí una parte
de nuestro drama: las promesas que nos han hecho cada tanto (con cada campaña
electoral incluida la de Chávez de 2012) de una nueva sede estoy seguro invitan
a la desmovilización con respecto a proyectos de largo aliento. Sembrar en la
sede cambiaría la forma de concebir los ritmos académicos, la forma de
organizarnos, la forma de aprender. Pero viviendo en el limbo de si nos vamos o
no, difícilmente se podrán desarrollar proyectos que precisan, muy al
contrario, que nos quedemos y, literalmente, nos sembremos en el lugar.
No veo esa
disposición. Menos ahora, cuando las condiciones para el desarrollo académico
incluso tradicional están tan complicadas.
He pensado que buena
parte de los problemas se solucionarían con una red de transporte. Hay ideas y
creo incluso las condiciones y la voluntad política de algunos aliados y
aliadas, que pudieran atender y resolver ese asunto, con la Red Metro de
Maracaibo, por ejemplo.
Pero el problema más
grave creo, es la seguridad, no sólo externa sino interna. Fuerzas disolventes
han saqueado y desmantelado el potencial tecnológico de la sede y casi
impensable que una nueva dotación de equipos y sistemas no termine en las manos
del hampa. El aislamiento nos hace presa fácil de las mafias y la
inconsciencia. Por poner un ejemplo que ilustra nuestra situación. Una granja
de minería como la instalada en el IUTM sería poco menos que impensable.
En este panorama
desolador hay que entender, sin embargo, que el aislamiento es una construcción
política, como lo es también la conexión en interconexión. Me explico: si
hubiéramos creado el NUDE o algo parecido no estaríamos aislados, las
comunidades vecinas estarían articuladas a la Universidad y no sólo serían
nuestro mejor escudo, sino que serían, ellas mismas la Universidad.
No logramos romper el
aislamiento periférico creando un proyecto integrador, productivo y
estratégico, y ahora estamos en una suerte de limbo que creemos se puede
solucionar si nos cambian la sede. Sigo creyendo que es un error, pero hoy digo
más.
Entendemos el papel de
la UBV en el marco de la construcción de una educación revolucionaria o
desapareceremos como proyecto. Nuestro destino no puede (de)pender del hilo de
una promesa, sino de que entendamos que lo que hemos hecho, lo que hemos
aprendido y lo que somos, es expresión del país que necesitamos. La UBV en el
oeste de Maracaibo tiene todo para ser la mejor expresión crítica de la
educación que la revolución necesita, pero primero debemos creerlo nosotros para
luego hacérselo ver a las autoridades.
Estoy convencido de
que los debates que hemos dado en nuestra sede son de una enorme vitalidad
revolucionaria. Hay una avanzada y una vanguardia que se ha expresado en
silenciosos proyectos, de alta complejidad intelectual y renovadoras
praxis, poco sistematizados pero demoledores de mitos que medran en los
espacios universitarios tradicionales.
Conflictos y discusiones
con viejos y decrépitos paradigmas hemos protagonizado desde su fundación y, si
bien no consolidamos los aspectos productivos, adquirimos una experiencia y una
sabiduría (sí, sabiduría) que nos hace orgullosamente impermeables al cuento rancio
de los títulos y los grados académicos. En nuestra sede hemos construido
conocimientos liberadores y los estudiantes en su gran y fervorosa mayoría
nos acompañan en el compromiso con la Patria de Chávez y Bolívar. Allí están
sus rostros y su afecto.
El proyecto de la nueva
sede, que ha desfilado de edificios achacosos a chamuscados, se posterga, se
aplaza, pero el asunto ya pasó a otro nivel: en el más reciente acto de campaña
electoral no es a la UBV a la que le ofrecen la nueva sede, sino a la UNEFA. Enmudecí
al escuchar eso y comencé a escribir mentalmente este artículo. Seguro se la
merecen; no sé si nosotros nos la merecemos. Lo que sí es que de pronto ya no nos
merecemos ni una promesa.
Abrazo desde estas
líneas a mis compañeros. Sigamos adelante. Hagamos lo que nos toca. Sigamos construyendo
espacios de libertad. Hay cosas que podemos hacer, que están a nuestro alcance.
Dar lo mejor de nosotros en las condiciones más adversas lo está.
Venceremos, aunque el trofeo
sea la nada.
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